martes, 13 de octubre de 2015

Himmler íntimo

Siguiendo con libros sobre nazis y afines, dejo aquí la reseña que escribí el verano de 2014 sobre la correspondencia de Heinrich Himmler con su esposa, Marga Siegroth. Fue un encargo de "Babelia", pero finalmente no pudieron publicarla por falta de espacio y el libro dejó de ser novedad. 

Himmler íntimo.

Michael Wildt y Katrin Himmler
Traducción de Josefa Cornejo. Taurus, Madrid, 2014, 400 páginas, 21 euros.

Himmler y su esposa
Después de su libro Los hermanos Himmler (Libros del silencio), Katrin Himmler (1967), sobrina nieta del siniestro nazi Heinrich Himmler, continúa desentrañando la biografía de su cruel antepasado. Con el historiador Michael Wildt (1954) presenta ahora la correspondencia del Reichsführer de las SS y su esposa, Marga Siegroth. Estas cartas, aparecidas en Tel Aviv en 1980, se incluyen en este volumen asistidas por acertadas explicaciones de los compiladores; así, a la par que conocemos las trivialidades que intercambiaban los cónyuges también tenemos presente el curso de la tragedia orquestada por los nazis.
Las misivas son de lo más trivial, no contienen ni vivas descripciones ni confesiones íntimas. Heinrich Himmler —“Heini” para Marga—, fue el marido siempre ausente; mientras que ella —la “querida y buena mujercita”— desempeñó el papel de fiel ama de casa pequeñoburguesa, atareada en el hogar y siempre a la espera del guerrero: “Tu lansquenete”, firmaba Himmler. Unas líneas diarias bastaban para asegurarse la mutua entrega en los primeros años de matrimonio; luego, durante la guerra, las breves cartas llegaban en compañía de regalitos para la esposa y la hija de ambos: Gudrum, la “muñequita”.
En los primeros tiempos, Marga solía bromear con su marido tratándolo de “malo” y “malote” porque sus múltiples “responsabilidades” lo alejaban de su lado, ¿sabía ella de sus crímenes? De las cartas no se deduce, pues Himmler no escribía sobre sus acciones. Pero sabemos que Marga, ideal de “aria pura” (rubia y de ojos azules), compartía con su cónyuge un férreo antisemitismo: “¡Cuándo desaparecerá esta escoria judía para que podamos vivir en paz!”, escribe.
Desde que se conocieron en 1927 —él, poderoso jerifalte del floreciente partido nacionalsocialista; ella, divorciada y siete años mayor— quedó muy claro que Himmler consagraría su vida a la altísima misión de liberar Alemania de sus “opresores” y fundar un gran Reich que se extendería por toda la tierra a costa de dominar a las “razas inferiores”. Tan excelsa tarea importaría más que el matrimonio. Marga estuvo de acuerdo en sacrificarse por la causa, a la que se mantuvo fiel incluso tras la muerte de su esposo, quien se suicidó en 1945 al morder una cápsula de cianuro cuando fue detenido.
El lansquenete nazi era lo más opuesto en lo físico al ideal de belleza ario: bajo, esmirriado, de cara insulsa, corte de pelo a la prusiana, bigote chaplinesco y unas gafas metálicas tras las que destellaban unos ojillos marrones desconfiados; pero era listo, inmisericorde y fanático hasta la médula, por eso llegó a tener casi tanto poder como Hitler. Tras alcanzar el más alto rango de las SS, fue el jefe máximo de la siniestra policía política (Gestapo) y el organizador absoluto del exterminio de los judíos. Creó los campos de la muerte y ordenó la aniquilación de cientos de miles de personas; en fin, fue una joya de hombre “cumplidor de su deber”. Así se veía él mismo y así lo veía Marga; ésta sobrevivió a la guerra y nunca renegó de su ideología ni de su esposo.

Lo que espeluzna en estas misivas es saber que un hombre como Himmler, tan corriente en sus expresiones de afecto, era a la vez un monstruo. Un miserable que se creyó ungido por los dioses (germánicos, en este caso) para cumplir sin escrúpulos con una “misión sagrada”. ¡Pobre humanidad cuando es codiciada por tipos así!

3 comentarios:

Juan Arribas dijo...

¡Extraordinaria reseña! Da gusto leerla con ese estilo desenvuelto que usted tiene. Aquí un grupo de amigos esperamos ya con ganas nuevas entradas del blog.

Luis Fernando Moreno Claros dijo...

¡Muchas gracias, Juan!
Saludos cordiales

jpdch dijo...
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